PERFIL DEL CONSULTANTE
Cada uno de nosotros puede, un día u otro, ser un consultante, por diversión,
por curiosidad o por simple afán de novedad tras haber observado con
despreocupación divertida los misteriosos cartoncitos de colores durante una
emisor televisada o en una velada entre personas ociosas. Algunos se ven
empujados por la ansiedad, el temor, la desgracia, otros acuden a ella por su
trabajo estudios, amores o bien por problemas de salud. No se le pide al
consultante mas que una compensación, un don simbólico, sin que sea algo
apremiante. El consultante o postulante es aquel que pide una respuesta al
oráculo. Si el ritual de la postulación se ha simplificado desde la época de
los antiguos griegos y de los egipcios, en que prevalecían complejos rituales
de ofrendas y ayunos, exige todavía hoy, como en Delfos y en Menfis, fe y
sinceridad.
Solo se exige al consultante que crea en las cartas
y que no las aborde con la finalidad de tomarlo a broma. Para sacar el mejor
partido a la consulta, se le pedirá que formule sus peticiones con precisión,
escogiendo preguntas simples, claras, sin equícovos.
Por ejemplo, no debería preguntar ¿Qué es
preferible, que vaya a instalarme a Paris, o que me quede en Madrid? Sino
simplemente ¿Será positivo que me vaya a vivir a Paros?
Por otra parte, debe abstenerse de insistir, de
repetir varias veces la misma pregunta o de interrumpir al cartomántico durante
la interpretación.
Con el fin de evitar torpezas, es preferible, al
principio, que el consultante sea un conocido, por ejemplo, un familiar o un
amigo del que conozcamos mas o menos sus líneas existenciales y sus problemas
cotidianos. Ahora bien, un consultante afectivamente muy próximo, como el
cónyuge o un hijo, puede crear problemas, haciendo obstáculo, por su implicación
natural y por la carga emocional que comporta, a la rigurosa neutralidad del
mago.
La situación se complica cuando el cartomántico y
el consultante son más que una sola y misma persona. El gran peligro de la
consulta por uno mismo reside en la falta de objetividad, en la indulgencia
excesiva que dispensamos en la propia esfera personal.
Es extremadamente difícil anunciarse a si mismo, a
si como a nuestras personas mas queridas, que una relación corre peligro, que
la salud es mala, que los días venideros serán grises.
Cada cual sueña para si mismo y para sus allegados un remanso de paz y ni los
malos tragos, ni el dolor, incluso si son necesarios, son bien recibidos. Para
hablar de sí hace falta, paradójicamente, saber salir de uno mismo, anular la
propia individualidad, los propios problemas, las propias necesidades.
El cartomántico profesional que tiene pensado convertir la adivinación en una
fuente de ingresos, sin transformarse necesariamente en un ávido especulador,
se vera tarde o temprano confrontado a un nuevo problema, el consultante se
hace cliente, beneficiario que paga la prestación del mago. Pensamos que la
demanda de una compensación, por mas insignificante que sea, confiere a la
consulta una garantía de seriedad de la cual carecen en general los actos
gratuitos. Aquello que, al ser gratuito, es vivido como un juego, adquiere a
través del pago un valor diferente, casi sagrado, apoyado por el intercambio
simbólico entre las dos fuerzas en juego: dinero/cartas/conocimientos.